Como era costumbre cuando se acercaba la nochebuena, todo estaba adornado de rojo y blanco, las guirnaldas y los dibujos de Papá Noel llenaban las calles, colgaban adornos y bolas de absolutamente todos los puntos posibles y todos se deseaban unos a otros Felicidades. Pedrito no era ajeno a todo esto, tenía 5 años y medio y apenas hace poco había aprendido a distinguir una letra de la otra.
El, con su corta edad, trataba de entender esto de lo que hablaban hasta las maestras, esto que los abuelos citaban cuando se portaba mal. Recordaba bien que le decían que Papa Noel Se va a Enojar Si Te Portás Mal. Hasta el momento solo había logrado descifrar que la navidad era un evento relacionado con un regalo y un viejo que habita en el Polo Norte. Estaba más que claro que el nunca había visto en persona a este viejo y que obviamente desconocía la ubicación real de los polos. Sobre todas las cosas lo desconcertaban algunas pocas referencias que tuvo de un tal Jesús, que era habitualmente nombrado por la Tía Olga.
En casa ya estaban todos listos para festejar la navidad. Hace días que Pedrito esperaba este momento y finalmente había llegado. Era una noche especial y se podía sentir en el aire, por el olor a comida casera, y lo sentía él, que ese día estrenaría una remera nueva. Pudo ver, antes de dormir la siesta, que esa noche comerían en la mesa grande y que había más platos de lo habitual, esperaba que vengan los primos Clara y Tomás.
Pasaron los platos fríos, el vittel toné, las ensaladas y los fiambres. Mientras tanto Pedrito esperaba el momento del regalo. Paso el segundo plato, el cochinillo y las papas que se habían estado cocinando durante todo el día y se empezó a sentir más pesado, con mucho sueño. Tuvo que hacer mucha fuerza para resistir hasta después de las tortas y los cafés, pero finalmente había llegado la cuenta regresiva.
Dieez, Nueeve, Oocho, Siiete, Seeis, Ciinco, Cuuatro, Trees, Doooos, Uuunoo,
Fe-liz Na-vi dad. Esta vez pudo contar sin perderse y a coro, gritando y abrazándose llegó el momento que tanto esperó. Los fuegos artificiales lo ayudaron a despabilarse, porque recién lo habían levantado segundos antes del conteo. Al principio se asustó pero como todos se mantuvieron en calma pudo disfrutar el show de luces desde el balcón “Sin asomarse” como dijera mamá.
Ya lo estaba cansando un poco tanto ruido cuando escucho al tío gritar desde el otro lado de la sala. Ya no sabía cuanto tiempo había estado mirando el cielo pero pudo entender lo que gritaban y cuando lo hizo su corazón empezó a latir más fuerte de lo habitual. Los regalos habían llegado y los podía ver desde allí así que corrió lo más rápido que pudo para llegar primero y ver a este señor que venía de tan lejos.
Todos se abalanzaron sobre las cajas y gritaban de alegría. Feliz navidad les decían los grandes, pero Pedrito seguía buscando a Papa Noel. Tanto barullo lo mareaba aún más y el sueño no ayudaba, estaba cansado pero no se iba a dormir sin antes encontrar a esa persona que tan importante había sido durante el último tiempo, ese tal Santa Claus. Todos sus esfuerzos fueron en vano, se vio rodeado de adultos que lo empujaban hacia una gigante caja
Es cierto que primero sintió mucha felicidad; tenía enfrente de sus ojos al regalo más deseado. Ya tenía muchos juguetes, tantos que algunos de ellos podían pasar días sin ser tocados, pero este era especial: un auto a control remoto, igual al de papá que también se maneja con un volante, pero es muy chiquitito y está afuera del auto. Hizo un gran esfuerzo para no distraerse y así juntar información sobre el hombre misterioso.
Papá Noel se había ido, pero dejó las cosas un poco más claras. En su paso había dejado algunas pistas. Aprovechaba la distracción de la gente para dejar los regalos, tal vez para no demorarse con las demás entregas, que debían ser muchas. Pedrito se prometió que en la próxima navidad estaría más atento. La otra pista provino del mismo regalo, porque al parecer el viejo compraba el papel para envolver los presentes en la misma juguetería donde había visto por primera vez el auto de juguete que tanto quiso.
1 comentario:
Me encantó esta historia! Cuando era chica el dia de Reyes encontré el pasto que supuestamente se comian los camellos en el tacho de basura jaja! Mis papás no habían contado con mi astucia! Ahi dejé de creer en los reyes magos!
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