24.7.09

El despertar de los insomnes

Cuando el insomnio aparece, y la mentira del vaso de leche tibia ya fue develada, el primer recurso al que acudo es cerrar los ojos y no pensar en nada. Así se llega a la desilusión de forma muy rápida porque “pensar en nada” es algo prácticamente imposible. Algunos se empecinan en pensar en blanco o en negro, pero los colores forman parte de la realidad y no se los puede considerar como nada Así, más rápido de lo que se cree, se deriva en razonamientos absurdos e inconexos.


Pensar resulta solamente en despertar más el cerebro y hace entrar al insomne en un círculo vicioso de debate unipersonal sobre la nada y su improbable existencia. En ese momento generalmente es cuando decido recurrir a nuevos métodos. Se sabe que la posición del cuerpo sobre la cama nunca es el problema porque, sin importar cual sea, el sueño no aparece así porque sí.


Cuando ya casi estamos vencidos por el insomnio a veces los que lo sufrimos optamos por la lectura, quizás porque pensamos que el silencio nos calmará. No se puede leer sin luz y para el insomne en general es prácticamente imposible dormirse con la luz encendida. Una vez fuera de la oscuridad aparecen varios obstáculos como: la posición, la concentración necesaria para leer y no fracasar en el intento, y el mayor problema de todos: la alta probabilidad de que el lector se sienta atraído por el libro, lo que es nada más que alimento balanceado para el insomnio.


Hay algunas cosas que pueden ser un arma de doble filo como por ejemplo la televisión. Lo que a las 6pm nos parece aburridísimo, vacío, frívolo y sanguinario pasa a una perspectiva totalmente distinta en la franja horaria que va de las tres a las cinco de la mañana. Ahora un resumen sobre la liga de fútbol de Canadá nos resulta interesantísimo, sobre todo cuando descubrimos en alguno de estos partidos a jugadores argentinos que buscaron alguna liga un poco menos competitiva para hacer carrera.


¿Escribir? Imposible, porque faltan horas de sueño y la lucidez (por lo menos a mí) me disminuye después de las 12 de la noche. Es muy fácil optar por el café que puede despabilarnos un poco y ayudarnos a tirar alguna que otra frase (como este borrador que lo arranqué un jueves 4am y lo termino dos semanas después) pero si nos animamos a este elixir hay que prepararse para ser un zombi durante todo el día siguiente.


Peor es cuando ya son las 5am y los más madrugadores hacen funcionar los ascensores para salir a trabajar. Para adentro los insultamos y sentimos que el sueño nos cae como un plomazo en la espalda. Nos desmayamos, vencidos- en el sillón o directamente sobre el acolchado- y tratamos de disfrutar las 3 horas de sueño que nos quedan.

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