Todo se pone espeso, hasta los
cuerpos. Es como si abandonasen el estado sólido habitual y ahora pasan a ser
masas de una materia espesa que uno podría atravesar con el dedo o con la mano.
O quizás todo el brazo hasta llegar del otro lado y cuando la mano está del
otro lado solo hace falta estirar un poco el cuello y girarlo para ver los
dedos y la palma que se estiran, tocando el aire que parece gelatina. Aplicar
un poco de fuerza. Aplicarla de modo tal que no sea solamente el brazo el que
atraviesa el cuerpo en cuestión, también el hombro entero y una parte del
torso. Ahora ya podemos ver una pera bien de cerca y notar que esta mal
afeitada, que tiene una cicatriz en la parte más baja o que el hoyuelo esta
corrido un poco a la izquierda, algo que no podría percibirse desde otro lugar.
Cerrar los ojos porque ahora sería
la cabeza la que atraviesa el cuerpo, y cuando abrimos los ojos todo es tan
denso que no se ve nada. Los músculos, los organos (o partes de ellos) se pegan
a la cara, nos tapan los orificios nasales y no nos deja respirar con total
libertad. Y las respiraciones se superponen pesadas una sobre la otra. El aire
que respiramos se calienta cada vez más y casi ya no podemos respirar y sacamos
la cabeza de un tirón, el hombro, la masa corporal vuelve a ocupar su lugar, el
codo, el antebrazo, la carne que aprieta la muñeca, los dedos hacen lugar y ya
estamos afuera para comprobar que el aire es más fresco y jurándonos que nunca
más.
2 comentarios:
Alto viaje en gelatina... Q asqueroso ese cuerpo x dentro, me agarro la claustro de solo leer!
Si, la gelatina es un asco. Admitanlo.
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