Si hago un cálculo de cuanto tiempo de mi vida estoy escuchando música seguramente el resultado sería grande. Es decir que forma una parte escencial de mi vida porque, además de ser músico, escucho música cuando escribo, cuando estudio, mientras ordeno la habitación y en otras tantas actividades que no tiene sentido incluir. Para mi es muchas veces una forma de entrar en contacto conmigo mismo, porque de acuerdo con que música suena en ese momento puedo sacar miles de conlusiones respecto a mi estado de ánimo general. Está claro que la música tiene un efecto potente en las personas y para mi es muy necesaria para la vida.
Teniendo en cuenta que los auriculares y la pésima calidad de los emepetres terminan arruniando cualquier oido tuve que buscar una solución. Fue dificil encontrar un sustituto, pero después de mucho pensar llegué a la conclusión de que lo único que podía remplazar tanto ruido es el silencio y por lo tanto hoy salí con tapones para mis oidos y anduve por la calle un par de horas con los decibeles mucho más bajos.
Fue una experiencia extraña porque, a parte de que todos te miran las orejas, el mundo pasa a ser un lugar mucho más ameno. La calle esta llena de ruidos que muchas veces casi ni percibimos pero que nos entran en la cabeza y nos distraen de miles de cosas que pasan a nuestro alrededor. La gran diferencia es que cuando uno anda sin escuchar se tiene que estar mucho más atento para ver lo que sucede y es muy dificil identificar la infinidad de cosas que pasan en una ciudad tan grande como en la que vivimos. Con la mirada hace falta obsvervar para entender.La realidad es que sin el desorden que nos entra por las orejas y sin el orden que nos proporciona la música se ven las cosas muy distintas.
El silencio es necesario y lo recomiendo cada tanto (o muy seguido) y verán que al menos por un rato está bueno abstraese, pensar en uno, salir del cuerpo un poco e imaginar un poco más. Ahora no solo disfruto de la música que es energia para mi alma, sino que le doy un breve descanso a mi cerebro de tanto estímulo que anda dando vuelta por ahí.
Fue una experiencia extraña porque, a parte de que todos te miran las orejas, el mundo pasa a ser un lugar mucho más ameno. La calle esta llena de ruidos que muchas veces casi ni percibimos pero que nos entran en la cabeza y nos distraen de miles de cosas que pasan a nuestro alrededor. La gran diferencia es que cuando uno anda sin escuchar se tiene que estar mucho más atento para ver lo que sucede y es muy dificil identificar la infinidad de cosas que pasan en una ciudad tan grande como en la que vivimos. Con la mirada hace falta obsvervar para entender.La realidad es que sin el desorden que nos entra por las orejas y sin el orden que nos proporciona la música se ven las cosas muy distintas.
El silencio es necesario y lo recomiendo cada tanto (o muy seguido) y verán que al menos por un rato está bueno abstraese, pensar en uno, salir del cuerpo un poco e imaginar un poco más. Ahora no solo disfruto de la música que es energia para mi alma, sino que le doy un breve descanso a mi cerebro de tanto estímulo que anda dando vuelta por ahí.
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